A partir de esta primera frase, facilitada por un amigo. Gracias.
El
aroma de café, evoca recuerdos que la memoria guarda de las tardes
tranquilas alrededor de una taza humeante.
El recuerdo de la voz
inigualable, única,
se entremezcla con el
sonido lejano
de unos niños jugando en
el patio de una escuela
y el olor del café
recién hecho.
La mirada serena en los
ojos tiernos...la sonrisa...
Y otra vez tú,
preguntando: ¿Hoy quieres leche en el café?
La tarde insinúa,
sugiere...
Y los recuerdos pierden
el pudor y vienen despojados, desnudos...
Más que nunca, este
aroma invade y alimenta sentires.
La mente añora y el
cuerpo se goza en lo imposible.
Se compadece la tarde que
acaricia el alma
y cierra los ojos en un
letargo placentero.
Los anhelos revolotean y
mil besos llegan en el viento.
Besos que envuelven
reminiscencias pasadas
y dejan sabor rosado de
caramelo de feria.
Como sonrisas de niños
descalzos
por la arena de una playa
cualquiera.
Como la paz del recién
nacido, desparramado,
satisfecho, embriagado...
en la intimidad de los
pechos de la madre.
Aromas de jazmín .
Ausencia inexcusable.
Pero todo vuelve a su
cauce...
Los ruidos aparecen de
nuevo.
La tarde tranquila se va,
se pierde,
y con ella el brillo de
los sueños.
Luego, más tarde, cuando
las tinieblas reinen,
volverán
de nuevo a colarse por las rendijas del cuerpo.
Montse G.
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