jueves, 19 de noviembre de 2015

Relato corto II "SINSENTIDO"


Oyó una voz que decía: “Nada tiene sentido” Inevitablemente hizo un leve gesto con la cabeza hacia el lado del que provenía el sonido, aunque ahora ya sabía que era producto de su mente. Era un martirio que no había compartido con nadie, ni siquiera con un profesional. ¿Para qué? La voz no mentía; nada tenía sentido. La vida monótona que llevaba lo gritaba a los cuatro vientos.
Rápidamente se levantó del único banco que había en aquella calle y se dirigió, a toda prisa, hacia la escuela de educación especial a la que acudía su hija.


Llegó justo a tiempo. La niñita se le abrazó mimosa al llegar a su altura y juntas fueron directas a casa. Al mismo entrar, se dirigieron a ver a la abuela que desde hacía varios meses se encontraba postrada en el lecho; los años eran muchos y pronto se la llevarían. La anciana le pidió con dulzura que la ayudara a cambiar de postura. Lo hizo con aparente cariño arropándola y depositando un beso en su frente. Después dio la merienda a ambas y preparó la cena como todos los días.
Mientras cocinaba, pensaba en que tenía que terminar unos trabajos de costura que debía entregar por la mañana. Necesitaba el dinero y no había encontrado otra ocupación mas que aquella —suerte que sabía coser— su madre la enseñó, había sido la profesión de ésta durante toda la vida.


Aquella anciana que yacía en el lecho había sido la mejor madre que se pudiera tener y la amaba. Pensó en ella en cuando era joven y ella una niña pequeña.
Aparcó sus pensamientos y consideró que aún tenía tiempo, a pesar de haber estado por ahí deambulando sin rumbo, de ponerse manos a la obra con su trabajo. Sonó el teléfono en aquel instante y oyó la voz de su marido al otro lado:
Llegaré tarde, no me esperes a cenar. Esto lo venía haciendo frecuentemente desde hacía varios meses, pero hoy al oír la voz al otro lado sintió una punzada de dolor.


No tenía tiempo de pensar: estaba su hija y su madre y la falta de dinero. Era suficiente. Como si nada empezó su labor dando marcha al motor de la máquina de coser.
Cuando acabó eran las dos de la madrugada. Su marido aún no había regresado. Su madre y su hija hacía mucho que dormían. En la casa reinaba un silencio inquietante.
De nuevo oyó la voz que decía: “Nada tiene sentido”. Sintió calor a pesar de la baja temperatura de la casa y un algo extraño en la boca del estómago. Sus ojos brillaban más que nunca y más que nunca se retrasaba su marido. Abrió la pequeña ventana a un metro del suelo y se sentó en el alféizar.


La voz continuaba cada vez más fuerte: “Nada tiene sentido...nada tiene sentido...” El frío de la noche invernal acarició su rostro. Miró la calle desierta a la vez que sus ojos se llenaban de lágrimas. Oyó la llave en la cerradura. La voz seguía más que nunca; más fuerte cada vez: NADA TIENE SENTIDO.

En un instante todo se nubló. No vio al marido que se acercaba. No oyó la voz de la niña que se había despertado, ni sintió el crujido de algo que impactaba violentamente en la acera...